El primer campo-corto grande-liga venezolano, Alfonso "Chico" Carrasquel, de los Medias Blancas de Chicago, ejecutando un excelente pivot para realizar un doble-play. (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).
Quiero compartir con los amables lectores, un interesante e histórico artículo,
con entrevista realizada al campo-corto venezolano, Alfonso "Chico"
Carrasquel, primer latinoamericano en jugar en el juego de las Estrellas del
año 1951, que escribió el famoso narrador deportivo Francisco "Pancho
Pepe" Cróquer, en el primer número de su revista "Venezuela
Deportiva", el 21 de julio de 1951, titulado "Carrasquelito:
El Perfecto Big Leaguer".
La sugestiva crónica, nos relata la idolatría que tenía el "Chico"
Carrasquel en los Estados Unidos de América, ya en su segundo año como big
leaguer.
La opinión y la amena descripción del ambiente que se vivía, así como
algunas anécdotas muy poco conocidas, nos revelan el impacto que tuvo su
llegada al equipo de los Medias Blancas de Chicago, cuando debutó en las
Mayores, el 18 de abril de 1950.
A continuación, reproduzco el importante artículo, que involucra a dos
grandes venezolanos de nuestra historia:
Carrasquelito: El Perfecto Big Leaguer
Las Monjas del Mercy Hospital confundieron con un Príncipe Hindú
¡Ah, caray! Amigos.
¡Esto nadie lo discute! El honor conferido a Carrasquelito no lo había
alcanzado ningún otro pelotero latino en las Grandes Ligas.
¡No, no señor, ni el mismísimo Papá Montero!
En verdad el gran Luque llegó a constituirse en el pitcher crédito de su
divisa al cumplir hazañas inolvidables. Pero lo que no pudo lograr nunca Adolfo
Luque, -ni Joseíto Rodríguez, ni Mike González- fue ponerse los bombachos para
participar en el play de las Estrellas. Honor que hasta el 10 de julio pasado
parecía reservado a los solos norteños.
Pero si ello no se considera suficiente -¡y miren que es bastante!-,
para medir el tamaño de galardón conquistado por el criollo, medítese un
poquito siquiera en lo que significa desalojar del corazón de los fans
norteamericanos la familiar y queridísima figura de ese pequeño dinamo de los
Yanquis que se llama Phil Rizzuto, a quien el venezolano derrotó en votaciones
populares sobre el derecho a jugar de abridor en el clásico de los All Star,
por un margen mayor a cien mil votos!
(Y a propósito del desafío de las Estrellas, estoy en capacidad de
desmentir la rara especie que se corrió entonces sobre su hipotético deseo suyo
de no participar en el clásico a fin de "aprovechar" el tiempo
para visitar a sus familiares en Caracas". Todo fue una burda invención. A
fines de junio, en Boston, el propio Alfonso Carrasquel , estando de testigos
los cubanos Alomá y Miñoso, me dijo enseñándome la mano derecha abierta: "Los
cinco dedos me los dejaría cortar antes de dejar de jugar".
Por cierto que el alarmante ballyhoo levantado alrededor e este asunto,
fue motivo para que la señora madre de Alfonso, le escribiera una carta desde
aquí rogándole que no se viniera. "Tu puesto ahora está allá, no en
Caracas", le decía. De la carta y de unas jaleas para el Chico fuimos
portadores en aquella ocasión).
Cuando ustedes lean estas notas, yo estaré ya en Nueva York, listo a
transmitir los juegos de la serie entre los White Sox y el team local. Volveré
a hablar entonces con Carrasquelito, y me traeré para la revista muy buenas
noticias. Por ahora puedo decirles que hace exactamente 26 días estuve con el
Chico, en Boston. Su aspecto era magnífico y su moral muy alta.
-Yo te puedo confesar algo -me dijo entonces-, cuya revelación
probablemente sorprendería a muchos.
Y, luego de una pausa, agregó tranquilamente:
-Yo aquí juego más fácil que en Caracas.
-Pero…-intentamos interrumpir.
-Entiéndeme bien: más fácil en el sentido de que juego más seguro,
más confiado…Realmente no sabría explicarlo. Cuando jugué últimamente en
Caracas pude darme cuenta perfecta de ello…Posiblemente sea que necesito jugar
más seguido, como aquí, que lo hago todos los días…
Y, luego, como dudando de nuevo, me comentó finalmente:
-No sé, no sé, realmente es inexplicable.
Desde entonces me he estado preguntando por qué le sucede tal cosa al
Chico. Que allá en otro país, frente a un público extranjero y entre compañeros
que hablan otro idioma sienta mayor seguridad jugando a la pelota que en su
propio patio, ¡es cosa bien difícil de entender!
Sin embargo, no lo es tanto, amigos; especialmente si analizamos las
cosas claramente.
Alfonso "Chico" Carrasquel se desliza en la almohadilla de segunda base. (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).
Carrasquelito vive en Chicago, en un apartamento que comparte con Luis
Alomá, la encantadora esposa de éste y Orestes Miñoso. La señora de Alomá
cocina para los tres a fin de que no haya nostalgia por el lechoncito con mojo
ni las negritas venezolanas.
De paso digamos que esto de la comida de los latinos del Chicago ha
tenido su tantico de revuelo. Earl Flora, quien es jefe de las páginas del
sport del Ohio Journal, relata en una sabrosa crónica como a fines de la
temporada pasada penetró casualmente en el comedor de los Medias Blancas y se
encontró con que todo el equipo devoraba un plato "nuevo". Lo
había puesto de moda el Chico y se trataba simplemente de un grueso filete con
dos huevos encima y el consiguiente adorno de papitas fritas en abundancia,
ruedas de cebolla, rábanos y perejil. Es muy popular entre los patiblancos y lo
llaman "Beef Steak Horse". ¡Pero, el asombro del cronista
Flora era mayor al considerar que todo aquello lo ingerían antes de iniciar el
segundo encuentro de una doble tanda!
Lo que se diga de Alomá y el cuido paternal que le prodiga a Carrasquelito
siempre será poco. El cubano se ha convertido, por así decirlo, en la niñera
del venezolano. ¡Hasta selecciona la ropa que debe llevar, los alimentos, las
diversiones y …las amigas no!
La popularidad de Carrasquelito es cosa tan extraordinaria, tan
verdaderamente sorprendente que hasta el venezolano más chauvinista se le haría
difícil desde aquí comprenderlo. Por mi parte confieso que, cuando, hace tres
semanas en Boston , vi al muchacho de Sarría salir del club-house blandiendo
con facilidad una majagua y encaminarse lentamente al home-plate en medio de la
mayor aclamación que jamás en toda mi vida hubiese presenciado, la carne se me
puso de gallina.
Faltan las palabras para describir la enorme corriente de simpatía que
hoy rodea al criollo en el Norte. Eso que yo vi en Boston es pan de todos los
días para el venezolano en Filadelfia, en Cleveland, en Washington D.C., en San
Luis, en Nueva York, en Chicago…¡En Chicago, hermanos! ¡Aquello sí que es la
locura, el frenesí! La ciudad toda se ha vuelto una casa de enajenados desde el
mismo día en que los Medias Blancas comenzaron a dar la batalla por el
gallardete. Un hecho que no se producía desde 1919 y, claro, la cosa era como
para celebrarla. Todos los players: Nelson Fox, Busby, Ragovin, Robinson, Miñoso…son
idolatrados. Pero Carrasquelito por encima de todos. Es el Chico, el mimado, el
baby de la suerte, el que con sólo dos años en las Grandes Ligas juega como
Honus Wagner, el que le da fluidez y coraje al team, el que lo levanta de un
abatimiento y el que señala el camino de la ofensiva. "Miñoso"
corre como un caballo y batea .350, dicen, y no importa que no sea tan bueno en
la antesala. Chico que cubre el campo-corto, la tercera y mucho del outfield
también!". Un cronista de Chicago ha expresado en estos días: "Paul
Richards y sus locos hacen un gran team cuando juega el Chico".
A Carrasquelito todo se lo aplauden en Chicago. Y no es que no lo esté
haciendo realmente a la perfección. Sino que el fanatismo, la encendida pasión
que como una tea ardiendo hoy rodea al Chicago, encuentra su centro y eje en el
Chico, quien ha obrado el milagro de hacer renacer la esperanza en el corazón
escéptico del aficionado de la gran metrópoli industrial. Cuando Carrasquel
está al bate todo el mundo pareciera querer ayudarlo, y cuando regresa contra
la malla en un intento vano de rozar siquiera el uniforme del ídolo. Le gritan
las cosas más cariñosas y le envían regalos.
Estando en Boston, momentos antes de iniciarse un encuentro, tomábamos
un ligero desayuno -sentados en la mesa el mismo trío de siempre-: Alomá,
Miñoso, Carrasquelito, y este cronista-, y llegados que hubimos al humeante
café, Alfonso nos refirió una historia enternecedora que refleja bien el índice
de su enorme popularidad.
Fue cuando estuvo internado en el Mercy Hospital del sur de Chicago, el
año pasado, a fin de que le hicieran aquella sencilla operación de un cartílago
en la rodilla. Su habitación bien podía ser confundida entonces con la de un
maharajá, como en efecto les sucedió a dos hermanitas francesas de servicio en
el hospital y recién llegadas del Canadá que creyeron que el venezolano era un
príncipe oriental, tal la profusión de flores que llenaban el cuarto del
paciente, continuamente visitado por agentes del club, reporteros y fotógrafos de
la prensa. Los médicos, las enfermeras y las monjas todas, estaban ya realmente
alarmados con la fantástica cantidad de telegramas y llamadas telefónicas que
llegaban inquiriendo por la salud de Alfonso. Solo, tras fatigante forcejeo
lograron hacer desalojar la habitación del convaleciente a fin de que
descansara por algunas horas. Se dispuso en efecto Carrasquelito a reposar
cuando, cuál no sería su sorpresa al ver salir de debajo de la cama un chaval
de no más de doce años ni más alto que Phil Rizzuto. Nunca como entonces
experimentó Carrasquelito la pena de comprender el inglés. El pequeño trató de
comunicarse con él y viendo que no lo lograba, llamó a una enfermera de origen
hispano. Esta explicó a Carrasquel que el niño quería regalarle su pequeño guante
de béisbol, de raído cuero y un poquito descosido en los dedos por donde
asomaba indiscreta la "comida" de lana. Alfonso, que es padre
amoroso de dos rapaces, al aceptar el regalo invitó al chipilín a presenciar el
juego aquella tarde en el aparato de televisión que para este fin había sido
colocado en la habitación del Chico.
Un big leaguer es un verdadero héroe popular en los Estados Unidos. Y
Carrasquelito lo es desde hace mucho tiempo.
¡Ah caray, amigos. Eso nadie lo discute!
Pancho Pepe Cróquer
(Publicada en la Revista "Venezuela Deportiva", N° 1, del 27
de julio de 1951).
Espero, que hayan disfrutado esta interesante entrevista, que nos
permite conocer la grandeza que tenía "Carrasquelito" en el
corazón de los aficionados de las Grandes Ligas, así como algunas
interioridades y anécdotas, en conjunción con la sugestiva y sencilla narración
del afamado locutor, Pancho Pepe Cróquer, a quien consideraron "La Voz
de América", en su momento.
Miguel Dupouy Gómez.
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