miércoles, 17 de febrero de 2021

Carrasquelito: El Perfecto Big Leaguer por Pancho Pepe Cróquer

El primer campo-corto grande-liga venezolano, Alfonso "Chico" Carrasquel, de los Medias Blancas de Chicago, ejecutando un excelente pivot para realizar un doble-play. (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).

Quiero compartir con los amables lectores, un interesante e histórico artículo, con entrevista realizada al campo-corto venezolano, Alfonso "Chico" Carrasquel, primer latinoamericano en jugar en el juego de las Estrellas del año 1951, que escribió el famoso narrador deportivo Francisco "Pancho Pepe" Cróquer, en el primer número de su revista "Venezuela Deportiva", el 21 de julio de 1951, titulado "Carrasquelito: El Perfecto Big Leaguer".

La sugestiva crónica, nos relata la idolatría que tenía el "Chico" Carrasquel en los Estados Unidos de América, ya en su segundo año como big leaguer.

La opinión y la amena descripción del ambiente que se vivía, así como algunas anécdotas muy poco conocidas, nos revelan el impacto que tuvo su llegada al equipo de los Medias Blancas de Chicago, cuando debutó en las Mayores, el 18 de abril de 1950.

A continuación, reproduzco el importante artículo, que involucra a dos grandes venezolanos de nuestra historia:

Carrasquelito: El Perfecto Big Leaguer

Las Monjas del Mercy Hospital confundieron con un Príncipe Hindú

¡Ah, caray! Amigos.

¡Esto nadie lo discute! El honor conferido a Carrasquelito no lo había alcanzado ningún otro pelotero latino en las Grandes Ligas.

¡No, no señor, ni el mismísimo Papá Montero!

En verdad el gran Luque llegó a constituirse en el pitcher crédito de su divisa al cumplir hazañas inolvidables. Pero lo que no pudo lograr nunca Adolfo Luque, -ni Joseíto Rodríguez, ni Mike González- fue ponerse los bombachos para participar en el play de las Estrellas. Honor que hasta el 10 de julio pasado parecía reservado a los solos norteños.

Pero si ello no se considera suficiente -¡y miren que es bastante!-, para medir el tamaño de galardón conquistado por el criollo, medítese un poquito siquiera en lo que significa desalojar del corazón de los fans norteamericanos la familiar y queridísima figura de ese pequeño dinamo de los Yanquis que se llama Phil Rizzuto, a quien el venezolano derrotó en votaciones populares sobre el derecho a jugar de abridor en el clásico de los All Star, por un margen mayor a cien mil votos!

(Y a propósito del desafío de las Estrellas, estoy en capacidad de desmentir la rara especie que se corrió entonces sobre su hipotético deseo suyo de no participar en el clásico a fin de "aprovechar" el tiempo para visitar a sus familiares en Caracas". Todo fue una burda invención. A fines de junio, en Boston, el propio Alfonso Carrasquel , estando de testigos los cubanos Alomá y Miñoso, me dijo enseñándome la mano derecha abierta: "Los cinco dedos me los dejaría cortar antes de dejar de jugar".

Por cierto que el alarmante ballyhoo levantado alrededor e este asunto, fue motivo para que la señora madre de Alfonso, le escribiera una carta desde aquí rogándole que no se viniera. "Tu puesto ahora está allá, no en Caracas", le decía. De la carta y de unas jaleas para el Chico fuimos portadores en aquella ocasión).

Cuando ustedes lean estas notas, yo estaré ya en Nueva York, listo a transmitir los juegos de la serie entre los White Sox y el team local. Volveré a hablar entonces con Carrasquelito, y me traeré para la revista muy buenas noticias. Por ahora puedo decirles que hace exactamente 26 días estuve con el Chico, en Boston. Su aspecto era magnífico y su moral muy alta.

-Yo te puedo confesar algo -me dijo entonces-, cuya revelación probablemente sorprendería a muchos.

Y, luego de una pausa, agregó tranquilamente:

-Yo aquí juego más fácil que en Caracas.

-Pero…-intentamos interrumpir.

-Entiéndeme bien: más fácil en el sentido de que juego más seguro, más confiado…Realmente no sabría explicarlo. Cuando jugué últimamente en Caracas pude darme cuenta perfecta de ello…Posiblemente sea que necesito jugar más seguido, como aquí, que lo hago todos los días…

Y, luego, como dudando de nuevo, me comentó finalmente:

-No sé, no sé, realmente es inexplicable.

Desde entonces me he estado preguntando por qué le sucede tal cosa al Chico. Que allá en otro país, frente a un público extranjero y entre compañeros que hablan otro idioma sienta mayor seguridad jugando a la pelota que en su propio patio, ¡es cosa bien difícil de entender!

Sin embargo, no lo es tanto, amigos; especialmente si analizamos las cosas claramente.

Alfonso "Chico" Carrasquel se desliza en la almohadilla de segunda base. (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).

Carrasquelito vive en Chicago, en un apartamento que comparte con Luis Alomá, la encantadora esposa de éste y Orestes Miñoso. La señora de Alomá cocina para los tres a fin de que no haya nostalgia por el lechoncito con mojo ni las negritas venezolanas.

De paso digamos que esto de la comida de los latinos del Chicago ha tenido su tantico de revuelo. Earl Flora, quien es jefe de las páginas del sport del Ohio Journal, relata en una sabrosa crónica como a fines de la temporada pasada penetró casualmente en el comedor de los Medias Blancas y se encontró con que todo el equipo devoraba un plato "nuevo". Lo había puesto de moda el Chico y se trataba simplemente de un grueso filete con dos huevos encima y el consiguiente adorno de papitas fritas en abundancia, ruedas de cebolla, rábanos y perejil. Es muy popular entre los patiblancos y lo llaman "Beef Steak Horse". ¡Pero, el asombro del cronista Flora era mayor al considerar que todo aquello lo ingerían antes de iniciar el segundo encuentro de una doble tanda!

Lo que se diga de Alomá y el cuido paternal que le prodiga a Carrasquelito siempre será poco. El cubano se ha convertido, por así decirlo, en la niñera del venezolano. ¡Hasta selecciona la ropa que debe llevar, los alimentos, las diversiones y …las amigas no!

La popularidad de Carrasquelito es cosa tan extraordinaria, tan verdaderamente sorprendente que hasta el venezolano más chauvinista se le haría difícil desde aquí comprenderlo. Por mi parte confieso que, cuando, hace tres semanas en Boston , vi al muchacho de Sarría salir del club-house blandiendo con facilidad una majagua y encaminarse lentamente al home-plate en medio de la mayor aclamación que jamás en toda mi vida hubiese presenciado, la carne se me puso de gallina.

Faltan las palabras para describir la enorme corriente de simpatía que hoy rodea al criollo en el Norte. Eso que yo vi en Boston es pan de todos los días para el venezolano en Filadelfia, en Cleveland, en Washington D.C., en San Luis, en Nueva York, en Chicago…¡En Chicago, hermanos! ¡Aquello sí que es la locura, el frenesí! La ciudad toda se ha vuelto una casa de enajenados desde el mismo día en que los Medias Blancas comenzaron a dar la batalla por el gallardete. Un hecho que no se producía desde 1919 y, claro, la cosa era como para celebrarla. Todos los players: Nelson Fox, Busby, Ragovin, Robinson, Miñoso…son idolatrados. Pero Carrasquelito por encima de todos. Es el Chico, el mimado, el baby de la suerte, el que con sólo dos años en las Grandes Ligas juega como Honus Wagner, el que le da fluidez y coraje al team, el que lo levanta de un abatimiento y el que señala el camino de la ofensiva. "Miñoso" corre como un caballo y batea .350, dicen, y no importa que no sea tan bueno en la antesala. Chico que cubre el campo-corto, la tercera y mucho del outfield también!". Un cronista de Chicago ha expresado en estos días: "Paul Richards y sus locos hacen un gran team cuando juega el Chico".

A Carrasquelito todo se lo aplauden en Chicago. Y no es que no lo esté haciendo realmente a la perfección. Sino que el fanatismo, la encendida pasión que como una tea ardiendo hoy rodea al Chicago, encuentra su centro y eje en el Chico, quien ha obrado el milagro de hacer renacer la esperanza en el corazón escéptico del aficionado de la gran metrópoli industrial. Cuando Carrasquel está al bate todo el mundo pareciera querer ayudarlo, y cuando regresa contra la malla en un intento vano de rozar siquiera el uniforme del ídolo. Le gritan las cosas más cariñosas y le envían regalos.

Estando en Boston, momentos antes de iniciarse un encuentro, tomábamos un ligero desayuno -sentados en la mesa el mismo trío de siempre-: Alomá, Miñoso, Carrasquelito, y este cronista-, y llegados que hubimos al humeante café, Alfonso nos refirió una historia enternecedora que refleja bien el índice de su enorme popularidad.

Fue cuando estuvo internado en el Mercy Hospital del sur de Chicago, el año pasado, a fin de que le hicieran aquella sencilla operación de un cartílago en la rodilla. Su habitación bien podía ser confundida entonces con la de un maharajá, como en efecto les sucedió a dos hermanitas francesas de servicio en el hospital y recién llegadas del Canadá que creyeron que el venezolano era un príncipe oriental, tal la profusión de flores que llenaban el cuarto del paciente, continuamente visitado por agentes del club, reporteros y fotógrafos de la prensa. Los médicos, las enfermeras y las monjas todas, estaban ya realmente alarmados con la fantástica cantidad de telegramas y llamadas telefónicas que llegaban inquiriendo por la salud de Alfonso. Solo, tras fatigante forcejeo lograron hacer desalojar la habitación del convaleciente a fin de que descansara por algunas horas. Se dispuso en efecto Carrasquelito a reposar cuando, cuál no sería su sorpresa al ver salir de debajo de la cama un chaval de no más de doce años ni más alto que Phil Rizzuto. Nunca como entonces experimentó Carrasquelito la pena de comprender el inglés. El pequeño trató de comunicarse con él y viendo que no lo lograba, llamó a una enfermera de origen hispano. Esta explicó a Carrasquel que el niño quería regalarle su pequeño guante de béisbol, de raído cuero y un poquito descosido en los dedos por donde asomaba indiscreta la "comida" de lana. Alfonso, que es padre amoroso de dos rapaces, al aceptar el regalo invitó al chipilín a presenciar el juego aquella tarde en el aparato de televisión que para este fin había sido colocado en la habitación del Chico.

Un big leaguer es un verdadero héroe popular en los Estados Unidos. Y Carrasquelito lo es desde hace mucho tiempo.

¡Ah caray, amigos. Eso nadie lo discute!

Pancho Pepe Cróquer

(Publicada en la Revista "Venezuela Deportiva", N° 1, del 27 de julio de 1951).

Espero, que hayan disfrutado esta interesante entrevista, que nos permite conocer la grandeza que tenía "Carrasquelito" en el corazón de los aficionados de las Grandes Ligas, así como algunas interioridades y anécdotas, en conjunción con la sugestiva y sencilla narración del afamado locutor, Pancho Pepe Cróquer, a quien consideraron "La Voz de América", en su momento.

Miguel Dupouy Gómez.          


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