jueves, 16 de febrero de 2023

Pancho Pepe Cróquer habla del Béisbol Dominicano en 1952

Aparecen de izquierda a derecha: Alejandro Crespo, de las Águilas del Cibao; el "Dandy" Terry McDuffie, de las Estrellas Orientales; Bicho Pedrozo, de las Águilas del Cibao; y la estrella de Puerto Rico, Luis Rodríguez Olmo, de los Tigres del Licey. (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).

Quiero compartir, con los amables lectores, un interesante artículo escrito por el gran narrador deportivo venezolano, "Pancho Pepe" Cróquer, el año 1952, sobre la realidad del béisbol dominicano en esa época.

A continuación, el valioso documento, que fue publicado en la revista "Venezuela Deportiva", y que conservo en mis archivos familiares: 

El Béisbol Dominicano…Emporio de Romanticismo…!

Por: Pancho Pepe Cróquer.

El Doctor Gómez Oliver, director de deportes, en el momento de izar la bandera de la República Dominicana. (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).

La nueva era del béisbol dominicano me recuerda a la inolvidable etapa en que Royal Criollos y Magallanes dieron calor a la más bella historia beisbolera nacional. Idénticos sentimientos, igual frenesí y la misma pasión avasalladora. El béisbol dominicano, es un tremendo esfuerzo de superación, está marcando una de las páginas más emotivas de la pelota latina. Con tesón y empeño dignos del mejor elogio, los dirigentes quisqueyanos se están enfrentando a la nueva época de recuperación deportiva y están acometiendo la ardua tarea de introducir el béisbol profesional que había muerto junto al trágico accidente aéreo que segó los árboles inapreciables de la mejor generación de béisbol dominicano.

Tres jugadores de los Tigres del Licey, de izquierda a derecha: "Guayubín" Olivo, Orlando Varona y Sam Williams. (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).

Dos equipos comparten las simpatías generales dentro de la Nación. Licey y Escogido. Son dos banderas, dos tradiciones, dos escuelas. El Licey, con más antigüedad, cuenta, tal vez, con mayor número de prosélitos. Pero los "escogidistas" son más vehementes en los triunfos, y más trágicos en las derrotas. Son los dos equipos capitalinos. En Oriente también existen dos banderas deportivas: Estrellas Orientales y las Aguilas Cibaeñas. Entre sí mantienen una rivalidad tan acendrada como las de los bandos de la capital.

De izquierda a derecha: "Chiquitín" Cabrera y Colón, siendo puesto out en la inicial, de los Leones del Escogido. (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).

Decía al comienzo que el béisbol dominicano está viviendo una época tan romántica como aquella de nuestro Royal y Magallanes.

La idea permanente, fija, obsesionante, de cada uno de los propietarios de los equipos consiste en ganarle a determinado club, sin miramientos económicos de ninguna especie, sin perjuicios monetarios de ninguna índole. Al Licey por ejemplo, le interesa como aspiración obstinada, derrotar al Escogido, aunque para ello tenga que hacer volver a Joe DiMaggio. Y las Aguilas sostienen la persistente idea de vapulear a Escogidistas o al mismo Licey, aunque el propio director de Deportes, doctor Gómez Oliver, tenga que encaramarse en la lomita.

Y ahí estriba, precisamente, la etapa romántica de ese béisbol  que renace al calor de esfuerzos y preocupaciones. Nadie se preocupa del balance monetario de fin de mes. Nadie se molesta en echar una ojeada a las partidas de "debe y haber".

En todas las mentes priva una sola ambición: "Derrotar al Licey"…"Vencer al Escogido"…Tumbar a las Águilas o meterle la zancadilla a las Estrellas.   

Y el béisbol dominicano tiene que arrojar pérdidas económicas mientras no se dote a la capital de un estadio moderno, con capacidad para unas 30.000 personas, y hasta tanto no se le instale un alumbrado eléctrico para realizar partidos nocturnos.

Tres imágenes del stadium Presidente Trujillo, en Santo Domingo, República Dominicana. (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).

Y esa pérdida es fácilmente explicable. Al parque de la Escuela Normal Presidente Trujillo sólo tienen cabida unas siete mil personas. Y ni aun jugando los tres partidos semanales a casa llena estarían exentos los equipos de cubrir pérdidas. Porque tres juegos a la semana en cada ciudad no representan, en dinero, el costo de los equipos, sobre todo tomando en cuenta que los peloteros de valía que allí juegan están devengando mayores salarios que los que cobran en Puerto Rico, Venezuela o Cuba. En Venezuela, por ejemplo, se le pagan MIL DÓLARES a un hombre, más sus gastos, por jugar SEIS VECES A LA SEMANA. Nuestro estadio tiene cabida para 12.000 personas (el Cerveza Caracas). En Santo Domingo le pagan a un hombre esa misma suma, MIL DÓLARES, por jugar TRES VECES A LA SEMANA, en un stadium cuya máxima capacidad es para SIETE MIL PERSONAS. Los precios en Venezuela para las diferentes localidades son muchos, pero muchos más elevados  que allá; y que yo recuerde, hace muchos años que aquí no obtienen utilidades los magnates del béisbol. Pero en la República Dominicana saben esto. Conocen la capacidad del parque; admiten que los sueldos son muy elevados; especifican que el número de juegos es ínfimo; que les hace falta jugar de noche y, sin embargo, se embarcan con un campeonato que les cuesta miles y miles de dólares con el deliberado propósito de gozar de su béisbol, de revivir tiempos pretéritos y de saborear el triunfo del Licey sobre el Escogido o viceversa. En una palabra, no les preocupa la parte deficitaria del campeonato, sino, exclusivamente, la médula deportiva del mismo. Romanticismo puro, bien entendido. Ojalá les dure mucho, aunque lo pongo en duda. El béisbol es un comercio deportivo. Legalizado. Es una industria de millones, y, desafortunadamente, quedan pocos hombres con el suficiente desprendimiento  pecuniario como para tener al béisbol como hobby. Y si esos pocos hombres están en la República Dominicana, que Dios los bendiga.

Los dominicanos han echado a andar su segundo campeonato de béisbol profesional sin otra mira que la de darle al pueblo su plato favorito. Esa es la sola determinación que empuja a los hombres que manejan las riendas del actual campeonato. Y el público, desde el año pasado, le ha consagrado su admiración, su fervor, su historia, a varios hombres. Alonzo Perry es uno de ellos. El norteamericano realizó proezas fantásticas en el anterior torneo. Y este año los liceystas esperan ese mismo ataque devastador del gringo. Y cuando Perry falla al bate hay un lamento pronunciado entre los partidarios azules. Y si Willard Brown, otro de los consagrados, batea bien y con rendimiento,  los miles de partidarios de los rojos  se bañan en el mar de la felicidad.

¡Willard Brown al bate! Y las tribunas tiemblan. Brown jugó con los Leones del Escogido. (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).

Y en las calles que bordean al estadio, hay como en los días antañones de nuestro muerto Carnaval, una inundación humana que se desborda por calles y aceras para enrostrarle a los "enemigos" la defección de tal jugador. Es una orgía beisbolera la que vive la República Dominicana. Allí no se habla otro idioma que el del béisbol. No hay más pensamiento que para el béisbol, y hasta el rugir atronador de las olas que llegan a Boca Chica parecen cantar una canción pelotera.

Pero, en medio de esa barahúnda beisbolera, de esa rivalidad ciudadana, existe el clima de armonía más cordial entre público, jugadores, cronistas y locutores. Algunos colegas de la radio, como Frank Hatton, por ejemplo, se han quitado las ropas de Carnaval y gritan a los cuatro vientos sus simpatías por el Licey. Félix Acosta Núñez, el gran narrador de la "Hiz", se debate angustiado ante la interrogante popular. ¿Rojo o azul? Fidencio Garris, de "La Voz Dominicana"; Max Reynoso, de "La Voz del Trópico"; Cuchito Álvarez, de la "Hin", entre otros, no escudan sus simpatías en la barra callejera, pero mantienen el don de la imparcialidad frente al micrófono.

Los venezolanos Guillermo Vento y Emilio "El Indio" Cueche, con el uniforme del equipo dominicano Águilas del Cibao. (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).

Ante ese encrespado mar de pasiones hay dos marinos venezolanos que deben entrar también en la furia del vendaval. Guillermo Vento y Emilio Cueche forman el dúo venezolano a quienes envolverá el temporal de pasiones peloteras, y ojalá que sepan corresponden, como hasta ahora, a las aspiraciones de miles de aficionados  que por considerarlos peloteros de valor, honradez y coraje, y por saber que entre venezolanos y dominicanos hay una fraterna amistad centenaria, esperan de ellos una fructífera actuación.

Por lo expuesto, y por el coraje de sus hombres, el béisbol dominicano es un verdadero emporio de romanticismo.

Pancho Pepe Cróquer.

(Publicado en la Revista "Venezuela Deportiva", el 9 de mayo de 1952).

Espero, que hayan disfrutado, este curioso artículo sobre la visión del béisbol dominicano, sus rivalidades, jugadores y periodistas que cubrieron el segundo año del béisbol profesional de la Liga de Quisqueya, descrito con lujo de detalles, por el considerado como "La Voz de América", el recordado "Pancho Pepe" Cróquer.

Miguel Dupouy Gómez.


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