Quiero compartir, con los amables lectores, un interesante artículo
escrito por el gran narrador deportivo venezolano, "Pancho Pepe"
Cróquer, el año 1952, sobre la realidad del béisbol dominicano en esa época.
A continuación, el valioso documento, que fue publicado en la revista
"Venezuela Deportiva", y que conservo en mis archivos familiares:
El Béisbol Dominicano…Emporio de Romanticismo…!
Por: Pancho Pepe Cróquer.
La nueva era del béisbol dominicano me recuerda a la inolvidable etapa
en que Royal Criollos y Magallanes dieron calor a la más bella historia
beisbolera nacional. Idénticos sentimientos, igual frenesí y la misma pasión
avasalladora. El béisbol dominicano, es un tremendo esfuerzo de superación,
está marcando una de las páginas más emotivas de la pelota latina. Con tesón y
empeño dignos del mejor elogio, los dirigentes quisqueyanos se están
enfrentando a la nueva época de recuperación deportiva y están acometiendo la
ardua tarea de introducir el béisbol profesional que había muerto junto al
trágico accidente aéreo que segó los árboles inapreciables de la mejor
generación de béisbol dominicano.
Tres jugadores de los Tigres del Licey, de izquierda a derecha: "Guayubín" Olivo, Orlando Varona y Sam Williams. (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).
Dos equipos comparten las simpatías generales dentro de la Nación. Licey
y Escogido. Son dos banderas, dos tradiciones, dos escuelas. El Licey, con más
antigüedad, cuenta, tal vez, con mayor número de prosélitos. Pero los
"escogidistas" son más vehementes en los triunfos, y más trágicos en
las derrotas. Son los dos equipos capitalinos. En Oriente también existen dos
banderas deportivas: Estrellas Orientales y las Aguilas Cibaeñas. Entre sí
mantienen una rivalidad tan acendrada como las de los bandos de la capital.
De izquierda a derecha: "Chiquitín" Cabrera y Colón, siendo puesto out en la inicial, de los Leones del Escogido. (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).
Decía al comienzo que el béisbol dominicano está viviendo una época tan romántica como aquella de nuestro
Royal y Magallanes.
La idea permanente, fija, obsesionante, de cada uno de los propietarios
de los equipos consiste en ganarle a determinado club, sin miramientos
económicos de ninguna especie, sin perjuicios monetarios de ninguna índole. Al
Licey por ejemplo, le interesa como aspiración obstinada, derrotar al Escogido,
aunque para ello tenga que hacer volver a Joe DiMaggio. Y las Aguilas sostienen
la persistente idea de vapulear a Escogidistas o al mismo Licey, aunque el
propio director de Deportes, doctor Gómez Oliver, tenga que encaramarse en la
lomita.
Y ahí estriba, precisamente, la etapa romántica de ese béisbol que renace al calor de esfuerzos y
preocupaciones. Nadie se preocupa del balance monetario de fin de mes. Nadie se
molesta en echar una ojeada a las partidas de "debe y haber".
En todas las mentes priva una sola ambición: "Derrotar al
Licey"…"Vencer al Escogido"…Tumbar a las Águilas o meterle la
zancadilla a las Estrellas.
Y el béisbol dominicano tiene que arrojar pérdidas económicas mientras
no se dote a la capital de un estadio moderno, con capacidad para unas 30.000
personas, y hasta tanto no se le instale un alumbrado eléctrico para realizar
partidos nocturnos.
Tres imágenes del stadium Presidente Trujillo, en Santo Domingo, República Dominicana. (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).
Y esa pérdida es fácilmente explicable. Al parque de la Escuela Normal
Presidente Trujillo sólo tienen cabida unas siete mil personas. Y ni aun
jugando los tres partidos semanales a casa llena estarían exentos los equipos
de cubrir pérdidas. Porque tres juegos a la semana en cada ciudad no
representan, en dinero, el costo de los equipos, sobre todo tomando en cuenta
que los peloteros de valía que allí juegan están devengando mayores salarios
que los que cobran en Puerto Rico, Venezuela o Cuba. En Venezuela, por ejemplo,
se le pagan MIL DÓLARES a un hombre, más sus gastos, por jugar SEIS
VECES A LA SEMANA. Nuestro estadio tiene cabida para 12.000 personas (el
Cerveza Caracas). En Santo Domingo le pagan a un hombre esa misma suma, MIL
DÓLARES, por jugar TRES VECES A LA SEMANA, en un stadium cuya máxima
capacidad es para SIETE MIL PERSONAS. Los precios en Venezuela para las
diferentes localidades son muchos, pero muchos más elevados que allá; y que yo recuerde, hace muchos años
que aquí no obtienen utilidades los magnates del béisbol. Pero en la República
Dominicana saben esto. Conocen la capacidad del parque; admiten que los sueldos
son muy elevados; especifican que el número de juegos es ínfimo; que les hace
falta jugar de noche y, sin embargo, se embarcan con un campeonato que les
cuesta miles y miles de dólares con el deliberado propósito de gozar de su béisbol, de revivir tiempos
pretéritos y de saborear el triunfo del Licey sobre el Escogido o viceversa. En
una palabra, no les preocupa la parte deficitaria del campeonato, sino,
exclusivamente, la médula deportiva del mismo. Romanticismo puro, bien
entendido. Ojalá les dure mucho, aunque lo pongo en duda. El béisbol es un
comercio deportivo. Legalizado. Es una industria de millones, y,
desafortunadamente, quedan pocos hombres con el suficiente desprendimiento pecuniario como para tener al béisbol como
hobby. Y si esos pocos hombres están en la República Dominicana, que Dios los
bendiga.
Los dominicanos han echado a andar su segundo campeonato de béisbol
profesional sin otra mira que la de darle al pueblo su plato favorito. Esa es
la sola determinación que empuja a los hombres que manejan las riendas del
actual campeonato. Y el público, desde el año pasado, le ha consagrado su
admiración, su fervor, su historia, a varios hombres. Alonzo Perry es uno de ellos. El norteamericano realizó
proezas fantásticas en el anterior torneo. Y este año los liceystas esperan ese
mismo ataque devastador del gringo. Y cuando Perry falla al bate hay un lamento
pronunciado entre los partidarios azules. Y si Willard Brown, otro de los consagrados,
batea bien y con rendimiento, los miles
de partidarios de los rojos se bañan en
el mar de la felicidad.
¡Willard Brown al bate! Y las tribunas tiemblan. Brown jugó con los Leones del Escogido. (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).
Y en las calles que bordean al estadio, hay como en los días antañones
de nuestro muerto Carnaval, una inundación humana que se desborda por calles y
aceras para enrostrarle a los
"enemigos" la defección de tal jugador. Es una orgía beisbolera la
que vive la República Dominicana. Allí no se habla otro idioma que el del
béisbol. No hay más pensamiento que para el béisbol, y hasta el rugir atronador
de las olas que llegan a Boca Chica parecen cantar una canción pelotera.
Pero, en medio de esa barahúnda beisbolera, de esa rivalidad ciudadana,
existe el clima de armonía más cordial entre público, jugadores, cronistas y
locutores. Algunos colegas de la radio, como Frank Hatton, por ejemplo, se han
quitado las ropas de Carnaval y gritan a los cuatro vientos sus simpatías por
el Licey. Félix Acosta Núñez, el gran narrador de la "Hiz", se debate
angustiado ante la interrogante popular. ¿Rojo o azul? Fidencio Garris, de
"La Voz Dominicana"; Max Reynoso, de "La Voz del Trópico";
Cuchito Álvarez, de la "Hin", entre otros, no escudan sus simpatías
en la barra callejera, pero mantienen el don de la imparcialidad frente al micrófono.
Los venezolanos Guillermo Vento y Emilio "El Indio" Cueche, con el uniforme del equipo dominicano Águilas del Cibao. (Archivo: Hnos. Dupouy Gómez).
Ante ese encrespado mar de pasiones hay dos marinos venezolanos que
deben entrar también en la furia del vendaval. Guillermo Vento y Emilio Cueche
forman el dúo venezolano a quienes envolverá el temporal de pasiones peloteras,
y ojalá que sepan corresponden, como hasta ahora, a las aspiraciones de miles
de aficionados que por considerarlos
peloteros de valor, honradez y coraje, y por saber que entre venezolanos y
dominicanos hay una fraterna amistad centenaria, esperan de ellos una fructífera
actuación.
Por lo expuesto, y por el coraje de sus hombres, el béisbol dominicano
es un verdadero emporio de romanticismo.
Pancho Pepe Cróquer.
(Publicado en la Revista "Venezuela Deportiva", el 9 de mayo
de 1952).
Espero, que hayan disfrutado, este curioso artículo sobre la visión del béisbol dominicano, sus rivalidades, jugadores y periodistas que cubrieron el segundo año del béisbol profesional de la Liga de Quisqueya, descrito con lujo de detalles, por el considerado como "La Voz de América", el recordado "Pancho Pepe" Cróquer.
Miguel Dupouy Gómez.
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